Actitud vs Aptitud
Es curioso cómo una pequeña letra dentro de una palabra puede cambiar el significado de ésta por completo. Cómo dos palabras casi homónimas pueden dar lugar a definiciones tan diferentes. Y sobre todo, cómo una de ellas (al menos en mi humilde opinión) tiene el poder para producir cambios enormes en las personas.
La primera de ellas es “aptitud” y, aunque supongo que todos conoceréis su definición, nunca está de más explicarla de nuevo. Aptitud es el talento o talentos que tiene una persona, sus habilidades. Sin embargo, de poco sirven éstas si no tienes la motivación suficiente para ponerlas en marcha.
Es ahí donde aparece, y si me permitís decirlo por la puerta grande, la segunda palabra: “actitud”. Ésta es el temperamento, las ganas que le ponemos a cualquier trabajo o experiencia en nuestras vidas.
En este mundo en el que vivimos se le suele dar prioridad a las aptitudes que posee una persona, y en muchas ocasiones la actitud de la que disponen suele quedar relegada a una segunda posición o incluso ser insignificante.
Pongamos el ejemplo de una entrevista de trabajo: antes de nada, miran tu currículum para saber los títulos de los que dispones, para saber en qué eres hábil, tus capacidades. Y son pocos los que se dan cuenta de que, por muchos títulos que tengas, lo primordial en un trabajo es la disposición que tengas para él.
Es como si un médico de familia que sigue día a día a sus pacientes y al cual le confían sus temores y dudas fuera rápido en sus diagnósticos pero careciera de empatía. O un empresario que tuviera másteres por grandes universidades fuera incapaz de trabajar en equipo o no pusiera interés porque simplemente está desmotivado.
Creo que aunque la aptitud es una parte importante a la hora de enfrentarse a la vida, es la actitud la que marca realmente la diferencia. Porque aunque a veces no dispongamos de habilidades innatas para algo, siempre podemos tener una actitud que nos anime a trabajar duro para conseguirlas. Y como suele decirse, el verdadero esfuerzo tiene su recompensa.
¿Y tú qué eliges?, ¿la “p” o la “c”?
Las actitudes son contagiosas. ¿Merece la pena contagiarse de la tuya? (Dennis y Wendy Mannering)
Redactado por Sara Arrutia