08 Mar

Cuando la actitud no basta

No nos engañemos, no todo es actitud. Hay que conocer los propios límites y asumirlos; no pensar que basta querer que nuestras incapacidades desaparezcan para que efectivamente lo hagan. El ser humano es limitado y hay lugares a los que no llega, momentos en los que las cosas no salen o tareas en las que se fracasa. Uno puede poner poner toda la ilusión del mundo en intentar derribar a empujones una pared y por muchos libros de autoayuda que se lean la pared seguirá en su sitio.

A veces, el éxito no acompaña a quienes más lo merecen o a quienes más lo han bucado. Hay momentos en que la vida parece injusta y es que probablemente lo sea. Pero con eso hemos de contar siempre. La base de una buena actitud, de una ilusión sana, ha de ser la consciencia de que el fracaso está ahí, que es más fácil caer en sus garras que en las de la fortuna. En la vida, llamarte Napoleón no te exim de perder la batalla de Waterloo. ¿Fue la más difícil que libró Bonaparte? Parece ser que no. Pero fue la definitiva. Y aunque el general que te derrotó, el duque de Wellington, diga que eres «el estratega más hábil que ha habido, hay y habrá», una cosa es cierta: el sueño imperial se acabó para ti.

Da igual la actitud que le pusieras; tu derrota está ahí. La ilusión anterior no hace sino aumentar tu tristeza ante las ruinas. Pero de ti depende que ésta sea tu última lucha o que vuelvas a embarcarte en aventuras nuevas. La mera ilusión no te garantiza sacar las oposiciones a notario, ni siquiera acabar la carrera de Derecho. Si se presentan seiscientas personas para treinta plazas, un dato es incuestionable: sólo tienes un veinte por ciento de probabilidades de superar la selección. Y ninguna cantidad de actitud aumenta tal porcentaje.

Todo esto no quita para que el entusiasmo y la ilusión sean decisivos factores de cambio. Nada de lo dicho implica que debamos prescindir de un ánimo valeroso y decidio. Puede que una buena actitud sea condición necesaria, pero es obvio que no es suficiente. Hay muchas más cosas, y a veces más determinantes, que el mero mito de que «ten una buena actitud y lo demás llegará por añadidura». Dicho esto, cultívala. Porque la actitud está muy lejos de serlo todo, pero hay algunas cosas que, sin ella, terminan quedándose en nada.

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