La ley del 80-20
Hoy os traemos una pequeña recomendación: concentrar el 20% de nuestros esfuerzos en el 80% de los resultados. En puridad, este enunciado no se trata de un consejo sino de una especie de «ley». Es el conocido como «Principio de Pareto» o «Regla del 80/20», tambiñen denominada «principio de los pocos esenciales».
Para aquellos que tengáis curiosidad, Pareto fue un matemático y economista italiano de finales del siglo XIX y principios del XX. Más bien fue una reencarnación del uomo universale del Renacimiento, un cráneo privilegiado que lo mismo estudió los equilibrios microeconómicos como elaboró una teoría sociológica sobre las élites. Todo ello siendo un hombre de formación matemática y especializado en física, es decir, un hombre de ciencias cuya vida terminó orientada al ámbito de las humanidades. Asimismo, Vilfredo Pareto fue un notable político en la Italia de su época, llegando a ser senador vitalicio, aunque esta faceta sea la que más ha empañado su nombre debido a su relación amor-odio con Mussolini.
No obstante, lo que hoy nos interesa es la regla a la que aludíamos en el primer párrafo. Pareto la enunció así: «el 80% de las tierras de Italia pertenecen al 20% de la población».
Ya en los años 50, Joseph Juran, gurú del management y la calidad total, extrapoló este principio al ámbito de la empresa. Algunas de sus aplicaciones son las siguientes:
– El 20% de los artículos posee el 80% del valor del almacén.
– El 20% de los procesos en una línea de producción causa el 80% de los fallos de calidad.
– El 20% de los inputs produce el 80% de los outputs.
– El 20% del personal crea el 80% de los problemas.
Los porcentajes, obviamente, no tienen por qué ser exactos. La cuestión estriba en que un porcentaje relativamente pequeño de las causas produce un porcentaje relativamente grande de los efectos.
Por tanto, a la hora de transponer este principio a nuestra vida diaria debemos partir de los siguientes puntos.
- Establecer qué metas son las más importantes.
- Descubrir donde debemos centrarnos, cuál de todos nuestros esfuerzos tiene una potencia mayor, es decir, en qué aspecto de nuestros quehaceres debemos incidir.
Fue Juran, precisamente, quien bautizó este principio con el nombre de los “pocos esenciales” en claro contraste con los “muchos triviales”, dado que son estos pocos aspectos los que explican la mayor parte del resultado. Otra manera de enunciar este principio sería así: «es mucho más importante hacer las cosas correctas que hacer las cosas correctamente».
Algunos ven en este enunciado la supremacía de la eficacia sobre la excelencia, la utilidad sobre la perfección, el notable sobre el sobresaliente. Sin embargo, ello no impide que haya tareas en las que debamos aspirar a un resultado óptimo, total, redondo. Ahora bien ¿cómo identificar cuáles son estas tareas en las que debemos aspirar a lo sublime? Sencillo: aplicando la ley de Pareto o regla del 80/20.
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