08 Feb

«Pégame un viaje» a la realidad.

Cuando veis una noticia en el telediario, un artículo en el periódico o tenéis una conversación sobre los refugiados, la guerra de Siria y el comportamiento de Europa al respecto, ¿cómo os sentís? Yo creo que hay dos opciones que contestarían la gran mayoría. Una de ellas es con frustración, rabia o tristeza de ver a esas familias, esas personas que luchan por entrar en Europa, o que una vez aquí carecen de un hogar o simplemente de un país donde poder desarrollarse.

La otra opción es la indiferencia. No porque seamos tan crueles que todas esas personas no nos den pena si no porque vivimos con los ojos cerrados a las realidades que no tenemos tan cerca nuestro. Lo vemos como algo muy lejano que no podría pasarnos a nosotros y estamos tan acostumbrados a verlo en las noticias y en los medios todo el rato que ha pasado a no afectarnos.

Por eso mismo nos hace falta una dosis de realidad y hoy os quiero hablar de personas. Y es que aunque parezca mentira, nos cuesta darnos cuenta que tras cada noticia hay un refugiado, una persona  con su propia historia. Yo me he podido acercar un poco más a estas personas gracias a Pablo, autor del blog “Pégame un viaje” y además de creador en su canal de YouTube donde contó su experiencia en un campo de refugiados de Grecia. Pablo es un periodista de Alicante que pasó de tener una conversación con su compañera de piso sobre gente conocida que había estado colaborando en campos de refugiados a comprarse unos billetes de avión a Grecia, para pasarse 15 días como voluntario en el campo de Filippiada.

A su llegada le impresionó todo mucho, el estado del campo, la organización… “El primer día, nada más llegar, me gastaron una broma. Cogieron todos los tópicos que se tienen de ellos, los multiplicaron por veinte y los usaron contra mí para acabar todos riéndonos entre un ‘Era broma, Pablo. Bienvenido a Filippiada’.” Y es que a pesar de la situación de los refugiados él comenta que son muy agradecidos, saben que los voluntarios están allí para ayudarles en la medida de lo posible y lo valoran mucho, por lo que suele haber buen ambiente entre todos. «Mi voluntariado se centraba en la tienda del té. Allí preparábamos bidones enormes de té dos veces al día y hacíamos actividades con los pequeños: desde jugar hasta cepillarnos los dientes. También animábamos aquello poniendo música y dejándonos llevar por los bailes sirios y kurdos que nos enseñaban.»

Pablo también comenta que un día en el campo es bastante complicado para los refugiados y no porque no tengan comida o un sitio donde dormir, si no porque allí están desocupados, no tienen un trabajo ni obligaciones, los niños no van a la escuela y es imposible seguir con su educación. No se les permite tener ningún tipo de trabajo en el campo, ni siquiera colaborar con los voluntarios.

Personalmente, la parte que más me gustó de todo lo que documentó Pablo en su estancia en Filippiada son una serie de videos donde entrevista a varias personas refugiadas que viven en el campo, cuentan su historia y como han llegado hasta allí.

No es lo mismo escucharlo en las noticias que contado en primera persona, ¿verdad? Nos damos cuenta de la verdadera y dura historia de todas las personas que pasan por ello, que arriesgan su vida cruzando el Mediterráneo invirtiendo todo su dinero en la esperanza de poder continuar su vida de manera digna pero se encuentran con una especie de limbo, donde el tiempo pasa pero ellos no pueden hacer nada para seguir adelante. No todos tenemos la misma oportunidad que Pablo, de ir de voluntario hasta Grecia, ni dinero para poder donar, pero la ayuda empieza conociendo sus historias. Desarrollando nuestra conciencia social y poniendo nuestro conocimiento en acción.

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