El cambio de las mariposas
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A lo largo de nuestra vida pasamos por numerosos cambios, problemas, conflictos… Quizá los más difíciles de aceptar o superar son aquellos que, aun proviniendo del exterior, afectan a nuestra parte más interna. Cuando aparecen, suelen ser de repente, sin previo aviso y no solemos ser capaces de afrontarlos instantáneamente. Comenzamos a perder el ritmo porque la vida se convierte en una alta montaña y parece que nunca conseguiremos ver la cima. Esto nos puede recordar a una oruga en su etapa previa al cambio.
Poco a poco ese problema nos va consumiendo, encerrándonos en nosotros mismos y perdiendo paulatinamente el contacto con el exterior. Llegamos también a un momento en el que decidimos cortar con toda interacción entre nosotros y el exterior convirtiéndonos en una especie de crisálida.
Al final, llega un punto de tal saturación, en el que te ves desbordado y en un profundo pozo del cual no crees poder salir. Es ahí cuando nos decidimos a romper ese capullo, a actuar y a luchar por combatir esa frustración, ese miedo, ese agobio. Una vez que damos ese paso, que nos decidimos a cambiar y a romper con esa barrera que nos separaba de los demás, es el momento en el que nos convertimos en mariposas. Nos liberamos de ese peso y nos elevamos, como si tuviésemos alas, llenando nuestra mirada de nuevos matices, posibilidades y alcanzando la cima esperada.
Salir de la etapa de oscuridad, no es fácil. Requiere de mucha valentía, esfuerzo y voluntad. Pero todo se puede solucionar si realmente se quiere. Lo fundamental es tener claras cuatro cosas:
- Que tienes un problema.
- Que quieres solucionarlo (convencerte de ello).
- Ver a dónde quieres llegar, tu objetivo, tu meta. Y a través de este objetivo plantear una serie de pautas para conseguirlo.
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Rodearte de gente que te quiera, porque serán ellos los que te ayudarán con todas sus fuerzas a salir de ese pozo.
“Convierte los muros que aparecen en tu vida en peldaños hacia tus objetivos”
Carlota Braña y Sara Arrrutia